martes, 17 de febrero de 2015

Susurros.

Sus susurros pueden conmigo, me enloquecen al igual que sus carnosos labios excitándome a besarlos, a gemir su nombre al separarlos. 

Quiero que me abrace que me trate como lo que soy, la reina de su corazón. Porque al igual que el es dueño del mío, quiero ser dueña del suyo. Es un mago que me hechiza con su sonrisa, sus caricias me paralizan, me enloquece su mirada y con sus versos me enamora.

Y en un atardecer su mano se desliza por mi muslo subiendo y bajando con un movimiento lento, placentero y tortuoso. Va activando mis sentidos, mis ganas de ser suya van aumentando. 
Sus manos hacía mis vaqueros, desabrochan el botón y tira de las presillas, mientras me mira a los ojos sin parpadear si quiera. 
La conciencia entra en juego, y esta vez, juega en mi contra gritándome a susurros que esto es una imprudencia de la que tal vez en un futuro me arrepienta. Pero en este conciso momento, son mis hormonas las que controlan, la conciencia al cuerno y con ella las preocupaciones. 

Sus manos rozan mis piernas semidesnudas y me estremezco ante su tacto, mis mejillas se ruborizan con el susurro de 'quiero hacerte mía'.
Me vuelve loca cuando se acerca a mi cuello y me da besos ascendiendo hasta el lóbulo de la oreja, al llegar a él lo toma entre sus dientes y lo muerde suavemente. 
Quiero quitarle la camiseta, y como si me leyera el pensamiento me susurra que se lo quite todo, todo menos las ganas de mi. 

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