domingo, 30 de agosto de 2015

Éramos demasiadas cosas.

Te miré a ciegas, viéndote pero sin verte, solo veía tus cosas buenas, las malas habían desaparecido.
Éramos nuestros corazones nerviosos bailando en nuestros pechos temiendo que salieran de ese cofre del tesoro.
Éramos las mariposas rebeldes que se volaban libremente en el interior de nuestros estómagos.
Éramos ese roce desconocido pero tranquilizador, y a la vez nervioso.

Éramos demasiadas cosas y todas las que nos quedaban por ser.

El roce fue distinto, el abrazo fue cálido y antes de darme cuenta estábamos demasiado juntos para ser amigos y demasiado lejos para ser pareja, tus ojos brillaban de una manera especial a la luz de la luna y no sé por qué lo hice, pero miré esos  irresistibles labios. 
Un mundo estalló cuando acercaste tu cabeza a la mía, quedé asombrada y al poco mis ojos se entrecerraron disfrutando de aquel placer desconocido. 

Al separar los labios y mirarnos a los ojos, no sabíamos cómo reaccionar, pregunté nerviosa: '¿quién tiene la culpa?' Y me respondió: 'tú, por ser tan irresistible' 
Reímos a la par, y noté como mis labios ardían, no estaba mala, y tampoco tenía frío, simplemente era el primer beso que me hacía desear un segundo, y tercero, pero solo de sus labios.

Y así ocurrió, la luna fue testigo de la dulzura del momento. Y en nuestras mentes quedaron grabadas esa noche de luna creciente. 

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