lunes, 31 de agosto de 2015

No se puede fingir.

No se puede fingir ser quien no eres.
No se puede fingir querer a quien no quieres.
No se puede fingir ser feliz si no lo eres.

Estamos acostumbrados a guardar problemas, secretos, pero sobretodo sentimientos. Pero en las noches, bajo la oscuridad sacamos todo eso y tiramos de la anilla para que nuestro corazón explote. 
Y lo que provoca son las sonrisas fingidas y las ganas de llorar reprimidas. Y las consecuencias son los ojos rojos y la piel de gallina, los gritos callados y el pinta uñas negro a juego con nuestro estado de ánimo.

Estar triste es una consecuencia de no estar a gusto con algo que te rodea, y ese algo acaba englobando a todo lo demás. Si no estás satisfecho con tu cuerpo, te sentirás mal y la burbuja irá sumando cosas como que no te apetezca salir, no quieras hablar con nadie, y eso acaba rellenando una gran, gran burbuja que explota. 

Cuando explota tu yo depresivo te dice que así harás daño a los de tu alrededor, así que te acabas alejando de ellos y te creas un espacio triste dónde derrumbarte sin que la onda de la explosión alcance a nadie. Pero sin embargo la parte vengativa de nosotros nos dice que nos pongamos en el centro de los problemas y estallemos en el medio de ellos, pillando por sorpresa a toda esa gente que nos ha hundido, hundiéndolos a ellos con nosotros. Pero siempre hacemos la primera opción, porque la tristeza gana a cualquier sentimiento.


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